"Que se cumplan las 5 siguientes reglas, elaboradas para José Luis Gonzàlez Gonzàlez:

    Regla 1. En una situación en que se produce contradicción o incongruencia entre dos o más reglas de las 5 expuestas, la situación se resuelve de tal forma que respeta el mayor número de reglas posibles, siempre y cuando el cumplimiento de una de ellas respeta el cumplimiento de todas las reglas anteriormente expuestas, teniendo en cuenta que la regla 1 no tiene reglas anteriores.

    Regla 2. Estas 5 reglas siempre se cumplen.

    Regla 3. No se puede alterar alguna de estas reglas, ni tampoco eliminar alguna de las 5 expuestas o añadir alguna regla adicional.

    Regla 4. Puedo decidir voluntariamente mis decisiones.

    Regla 5. Mis decisiones se realizan.

                                                                    José Luis Gonzàlez Gonzàlez"

        Hace unos días, buscando pesetas que convertir a euros, en una vieja carpeta, encontré un papel que había escrito hacía muchos años y que contenía las "reglas" antes expuestas. Ya ni me acordaba de ellas.

        Sin embargo, la otra noche, soñando, llegue a la conclusión de que las reglas, de una forma u otra se cumplían a medio camino entre el sueño y la realidad.

        Yo tengo sueños muy extraños. Para empezar diré que soy una persona extraña: estoy enfermo, padezco del llamado Trastorno Bipolar ello condiciona toda mi vida. Para quien desconozca esta enfermedad, le diré brevemente que los que la sufrimos tenemos dos estados anímicos: largos periodos de tristeza seguidos de breves periodos de euforia. De la tristeza poco se puede decir, caes en una profunda depresión donde no te apetece hacer nada, no tienes fuerza para nada. De la euforia hay mucho que decir, pues son días en que vives intensamente, todo te parece realizable, no hay barreras ante ti. Subes y subes hasta que tu universo de repente se rompe y todo lo que has subido lo bajas en unos minutos, precipitadamente, incluso temes por tu vida, por último los médicos interceptan esa caída (producida por ellos mismos) y te llevan nuevamente al estado de tristeza. Bueno, realmente lo que intentan es llevarte a un estadio intermedio, de equilibrio, pero, como el estado de euforia es tan impredecible, temen que el paciente caiga en él y prefieren ser cautos, permaneciendo por ello en el seguro estado de tristeza. Tampoco es tan "seguro" este estado ya que si la tristeza es muy aguda puede venir el suicidio o al menos su intento. Por otra parte, aunque la medicación ayuda notablemente a regular los estados anímicos, la enfermedad es si, hoy por hoy no tiene cura. Pero basta de hablar de enfermedades y hablemos de lo que realmente interesa...

        Los sueños cada día son mas reales. Hace unos días, sin ir mas lejos, en uno de ellos, tomaba una actitud de cabeza alzada poco habitual. Explicaré esa expresión: El enfoque en la mayoría de mis sueños es como si tuviese la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo. Sin embargo, con la cabeza alzada, la perspectiva es distinta, la visión es mas clara, tiene mas luminosidad, hay mas amplitud de espacio y todo ello le da mas realismo.

        Cada bloque de los que siguen a continuación es un sueño. No he querido partirlos siguiendo ninguna lógica, sino que he pretendido acercarme, en la medida que me ha sido posible, a como han sido soñados.

 

        Recuerdo una sala con cristaleras que mostraban nada a su través, y como mi presencia pasaba desapercibida. El ruido procedente del exterior iba en aumento. Me asomé por el hueco de la escalera y vi en el patio un grupo de chicos jugando. Eran ellos los causantes de tal alboroto. Intenté que se fuesen, llamando demasiado la atención, pero, ya tarde descubrí que en la mezcla de sonidos se distinguían unos tambores. Los niños sólo habían sido un cebo para mi atención, para apartarme de los cazadores, los que disparaban sonidos con el tambor. Pronto me sentí agobiado, la luz de las cristaleras alimentaba los tambores. Fui en vano a  obstruirlas, a taparlas con unas cortinas que no aparecían de la nada. Sorprendentemente sentí el apoyo de los familiares que habían estado ahí, en la sala, desde el principio, intentando imitándome tapando la claridad. Fui a buscar refugio en una habitación adyacente que resultó ser un pequeño lavabo. Ya demasiado tarde pues la multitud de cazadores, rompedores de sueños, me había descubierto. Entonces usé me grito de guerra: "Coca-Cola" una palabra que entendieron todos pero especialmente los mas allegados. Y cuanto mas presionaba la multitud, deseosa de descubrir, deseosa de averiguar, deseosa de conocer, mas proclamaba mi palabra mágica.  Pronto llegó el colapso: "tablas por ahogo" y tuve que ser rescatado hacia sueños mas relajados.

 

        Hoy he recordado la última vez que fuimos mi padre y yo a visitar Esplugues. El recuerdo fue ocasionado por las supuestas viviendas, nunca vistas, del interior del torrente que limita el barrio donde me crié. No se como comenzó la visita, solo se que ésta se centró en la zona del barranco, en le barrio de La Plana, detrás del antiguo campo de fútbol, donde ahora hay un polideportivo. Allí habían construido muchas viviendas nuevas, en el interior del barranco, con sus fachadas de ladrillo beige. Viviendas alargadas, trasversales, con muy poca fachada y mucho fondo. Las veíamos desde arriba, pero, rápidamente bajamos y vimos el interior de una de ellas. No nos gustaron, tenían demasiado pasillo y no había balcón así que nos fuimos y estuvimos en un cercano concesionario de coches donde ni mi padre ni yo habíamos comprado, mas mi padre dijo a un conocido, un dependiente, posiblemente el dueño, que allí había comprado yo mi antiguo Astra. Todos sabemos que lo compré en Torrent. Sin embargo el concesionario parecía de la firma Renault. Luego resultó ser un cuartel de la guardia civil, aunque no estoy muy seguro de esto, altos árboles rodeaban al edificio, y nos fuimos barranco arriba. Pasamos por el parque y aunque había mucha gente sentada en los escalones y en el césped, no saludamos a nadie pues a mi padre le daba mucho apuro decir que estaba muerto.

 

        El primer enfoque que recuerdo era un cruce de calles empedradas, pero no piedras como adoquines, no, que va, piedras blancas como guijarros. Salieron al paso dos amigos que no recuerdo quienes era, pero sabía que no eran amigos habituales, puede que uno de ellos fuese Jesús, el del pueblo. Al principio no sabía que, pero íbamos buscando algo, mejor dicho íbamos buscando a alguien para conseguir algo. Esas personas que buscábamos eran chicas. De repente se oyó un estruendo desgarrador, como si el cielo se partiera en dos pedazos y mis amigos se fueron en el despiste. Yo también doy media vuelta entre las calles estrechas y empinadas e intento buscarlos retrocediendo en el camino. Andando me acerco por la espalda a tres niñas que andaban en la misma dirección que yo. Me aproximo a la del centro pues parecía la mayor, con intención de pasar un buen rato. Pero antes le pregunto la edad. Ella dice que catorce años y yo paso de ella. Sigo cuesta arriba buscando a mis amigos pero mi visión se desvanece y me doy cuenta de que me he despertado sobre "el techo" de una curiosa cama. Me recordaba los barquichuelos hechos con juncos que se usan en Asia. A su derecha hay un colchón sobre el suelo, también tiene una sábana, le falta la almohada que está a mi espalda. Sin pensar, como en la mayoría de los sueños, la cojo y se la pongo y miro el reloj. Reloj analógico, curioso. Son las 9:10 de la mañana. A través de las ventanas se ve aún oscuridad. Decido que ya he hecho bastante por hoy y que me voy a acostar. Pero en lugar de meterme en la cama, la del suelo, por supuesto, parece que busco algo y salgo de la habitación. Me cruzo con mi madre. Voy hacia la puerta de entrada de la casa. La primera habitación a la derecha según se entra es la de mi padre. Mi madre toca un timbre en el marco de la puerta de la habitación de mi padre. Ella duerme en la segunda habitación de la izquierda, según se entra. No ha sido un timbre lo que ha tocado mi madre, ha sido la llave de la luz, pero justo en ese instante ha sonado el timbre de la puerta y me he confundido. Se abre la puerta de la calle y llega mi padre con mas gente. Entre ellos con mi tío Juan José, el marido de mi tía Azequiela. Lleva los ojos ensangrentados, hinchada toda esa parte del rostro. Se me acerca como exigiéndome algo. Mi padre se interpone un poco, pero no lo suficiente. Según se acerca, aunque da un giro por mi derecha, alrededor de mi como esquivándome, su rostro se vuelve normal, como si se curase. A mi izquierda tengo una mesa marrón de bar con patas de hierro finas sobre la que hay un juego que es mezcla de dominó, mezcla de baraja española. Alguien dice que durante la noche he acumulado muchos puntos. Mi padre dice que juguemos y sin mas reparte las cartas y las fichas y comienza el juego. Yo no sabía jugar. Me hecho hacia atrás. Digo que jueguen ellos mientras yo miro dos o tres manos. Aparece Castillo y se pone a chillar, como los chillidos mantenidos de los niños. El quería que jugásemos. Yo digo jugaré, y con esa expresión me recuerda a mis profesores de presupuestos. Jugaré no satisface a Castillo y mantiene el chillido. Me siento en la mesa, repito jugaré y hago ademán de pedir cartas.

 

        Me despierto en mi cama. Noto una sensación extraña por todo mi cuerpo. Miro hacia mi izquierda y veo como un trozo de tela, colgando, tieso, perpendicular al techo. Me recordaba la tela de una colcha de mi madre. Debí darme cuenta de que era un sueño pues a mi izquierda hay una pared, pero no me percato y continuo. Tiene luz propia. Una especie de redes me cubren. No se por que ya se que estoy en el piso de Chiva. Tengo en la mano una pieza cuadrada de metal, bastante consistente, del tamaño de un pequeño cubo de Rúvik. Hago ademán de tirárselo a la  "tela" pero pienso que haré algún destrozo y al final no lo tiro. Forcejeo con las redes que me cubren y ya estoy libre. Me incorporo en la cama. Salgo de la habitación. En el pasillo encuentro mucho desorden, parece como si hubiese habido una fiesta y todo estuviese lleno de confeti y demás papeles que se suelen tirar. Avanzo por el pasillo y este se va despejando. Doblo a la derecha y salgo al comedor. Estaba limpio, sin muebles. De la puerta de la derecha, la cocina, sale mi madre y se queda sorprendida al verme. Yo no era yo. Yo era otra evolución del yo de la infancia. No tenía calvicie. No llevaba gafas, no las necesitaba. No pesaba mas de 100 Kilos, 70 como mucho. Bueno, como digo, yo no era yo y era yo al mismo tiempo. Mi madre me abraza. "Milagro, Milagro". Yo aún no me he dado cuenta de que estoy soñando. Llega mi padre y me mira con extrañeza, pronto mi madre le pone al corriente. No me doy cuenta de que mi padre está vivo, y sigo soñando. Llega mi primo José Antonio, me saluda sin darle importancia a mi nuevo aspecto. Sin decirlo activa un juguete que le había comprado al hijo de su novia (todo mentira pues el está casado con su novia y no tienen ni han tenido hijos). Era como una especie de gran superficie, un metro cuadrado aproximadamente, donde había dibujadas varias calles y habían piezas minúsculas como coches en movimiento y vallas, vamos parecía una vista del juego de ordenador SimCity. Pero lo mas curios de todo es que aquel metro cuadrado se movía lentamente por el suelo hasta encontrar un obstáculo y luego chocaba y cambiaba de dirección. No tengo ni idea de como se jugaría a ese juego, pero lo que si sabía es que el hijo de su novia tenía tres años.  El comedor estaba anexado a una gran terraza desde donde se divisaban unas preciosas vistas, nuevamente noto mi buena visión, viendo todo tan claro y nítido (y sin usar gafas) que eso me resultaba imposible que fuese un sueño, despejó mis dudas. Me di  cuenta de que la perspectiva mostraba que estábamos en un veinteavo piso aproximadamente, en lugar de un cuarto. Todo se veía desde muy arriba. Se contemplaba una ciudad pequeña que para nada era Chiva, con el mar al fondo donde habían varios barcos atracados y alguna grúa puertuaria, algo parecido a las vistas que se ven desde el Tibidavo. Comienzo a mosquearme y a insinuar para  mis adentros que aquello es un sueño. Me acerco al borde de la terraza y de repente una hormigonera de una grúa pasa volando, sujeta con su cadena, cerca de mi, pero maniobra con habilidad, no toca el edificio y se va por donde ha venido, no sin antes darme cuenta que sobre ésta habían personas. ¿Una hormigonera-grúa a la altura de un piso 20? Esto es ya demasiado, esto es un sueño y mi casa se funde con una montaña pequeña pero elevada, cubierta de césped. Luego ya los recuerdos son tan puntuales, como retales, que no consigo enlazarlos unos con tros, mala suerte pues recuerdo que fue un sueño muy placentero.

 

        Estoy en una habitación. Miro al reloj y es una hora del día siguiente. Miro a la cama y veo que está plegada, no he dormido en toda la noche. Pienso que mi madre se va a disgustar si la ve plegada, enseguida pensaría que no he dormido en toda la noche. Me pongo a desplegar la cama. Veo que al bajarla, la parte de las patas, va a tapar la puerta de salida. Es la cama mueble que tenía en Esplugues. Me da igual, la despliego y saco de su interior unos cartones que pongo encima de ésta. Ahora la parte superior de la cama mueble no existe, en su lugar hay un soporte donde dejo los cartones. Estoy en un descampado rodeado de edificios. Busco el primero de ellos, a mi derecha, esperando ver el edificio donde vivía en Esplugues, para saber donde estoy, pero no está, el primer edificio empalma con más perpendiculares. Estoy en un cuadrilátero grande de edificios marrones de unas ocho alturas, pero no se ve a gente. Me digo para mi mismo:  Valla, estoy atrapado. Me doy cuenta de que estoy a cuatro patas. Quiero salir del cuadrilátero. Me doy cuenta de que es un sueño pero pienso: Voy a hacer que este sueño dure. Voy gateando hacia la izquierda. Me topo con un barranquito de medio metro mas o menos. Intento maniobrar. Me doy cuenta de que en lugar de a cuatro patas voy apoyándome sobre los antebrazos. Miro hacia adelante y digo "luz o oscuridad", para que dure mas el sueño elijo intuitivamente oscuridad, pero no puedo avanzar. Me deslizo por la izquierda el barranquito. Voy a parar a una playa de poca arena. Las olas del mar casi me dan. Sigo a cuatro patas, apoyado en los antebrazos, intento avanzar y nuevamente me doy cuenta de que estoy agachado. Intento ponerme de pie para avanzar mejor y pienso que siempre hay que coger el camino mas fácil. Me trasportan a otro mundo. Una sala con poca luz donde hay tres personas: un desconocido, mi hermana y yo. Mi hermana hace de notario, lleva unos papeles y da fe de cuanto sucede. Dice que me tengo que trasladar a otra zona para la próxima prueba. Yo le digo que da igual que esa zona donde estaba también servía. Ella acepta con dudas. Me retiro por un estrecho pasillo. Sorteo una columna, a penas puedo pasar y veo que el pasillo gira hacia la derecha y se hace tan estrecho que es imposible pasar. Me digo para mi mismo, no te metas ahí donde no puedas luego salir. Demasiado tarde, ahora al intentar salir choco con la columna que me obstruye el paso. Intento agacharme a ver si por debajo puedo salir, pero no puedo. Me despierto en mi cama. La pared está a la derecha. Una sábana me cubre, debe ser verano. Noto algo en los pies. Unos dedos me aprietan y se mueven de arriba para abajo. Estoy de lado, sobre la izquierda. Según lo pienso, los dedos suben hacia mi espalda, pero la presión disminuye. Luego bajan hacia los pies y la presión aumenta. El proceso se repite varias veces. Me digo para mi: quiero ver esas manos y haciendo un gran esfuerzo me incorporo sobre la cama en busca del interruptor de la luz. No lo encuentro y los dedos desaparecen. Recuerdo que en la pared de enfrente hay otro interruptor. Me levanto de la cama y voy a oscuras hacia ella, pero tampoco hay interruptor. Giro hacia la derecha y busco por la paré a la altura de la almohada de la otra cama, la de la pared de la izquierda, la de Esplugues. Encuentro el interruptor pero no se enciende la luz. Bajo de la cama y voy hacia la izquierda, hacia la ventana. Cojo la cinta de la persiana y tiro de ella. Tiro varias veces, pero la persiana no sube. Debe haberse soltado la cinta. Me doy media vuelta y voy hacia la puerta de la habitación. La puerta, blanca, está llena de cerrojos. Entre los cerrojos destaco una cerradura de seguridad, como la de Torrent. No consigo abrirlos. Oigo pasos, se que se acerca mi madre al otro lado de la puerta, pero me asusto y me retiro de la misma. Se descorren los cerrojos, se abre la cerradura y una forma grande, enorme, compacta, entra. Era un robot extraterrestre aunque daba la sensación de que era mi madre y de mi tía Angelita al mismo tiempo. Yo reacciono golpeándole, dándole patadas a estilo carate. Pero parece que no le hace nada. Avanza hacia mi. Me doy cuenta de que no es hostil y dejo de golpear. Yo estoy sobre mi cama, la de la izquierda y ella se sienta en la mesa de enfrente, entre ambos está la ventana. Me doy cuenta de que la persiana ya está subida, aunque no se ve el exterior a través del vidrio. Abro la venta e intento salir. Mi madre descubre mis intenciones y me detiene. Me dice que debo estar preparado y me doy cuenta de que voy solo con el pijama. Busco ropa. Me pongo un par de calcetines azules, de deporte, sobre otro que llevaba y de mientras le digo a mi madre que prepare una mochila con ropa y comida. Cuando ya la tiene busco mi bicicleta para salir con ella. Pero ya no existe. La ha roto mi primo José Antonio. Ha juntado piezas de varias bicicletas y se ha hecho una muy buena. Yo me enfado con mi primo pero no consigo nada. Me voy andando por la calle, estoy en Fuensanta, y llego a un terreno vallado, con una puerta. Abro la puerta y en el interior hay restos de bicicletas. En el centro están los restos de lo que era la mía. Cierro la puerta y la vuelvo a abrir, nada a pasado. Lo repito dos veces mientras mis amigos cantan fuera del terreno. A la tercera, la bicicleta se ha transformado en una baja higuera. Pero no era una higuera normal, no, también era extraterrestre. Sabía que se iba a trasformarse nuevamente en una bicicleta, ahora nueva, o que la iba a parir de algún modo. Me acerco a la higuera y me monto sobre ella. Resbalo poco a poco hacia el interior de esta y mientras mis amigos siguen cantando hacemos el amor. (Con una higuera extraterrestre, ¡jo!, que fuerte). Me despierto y busco una libreta donde anotar todo cuanto ha pasado. Hay varias pero elijo una de mi prima Reme. Busco páginas en blanco pero casi todas están escritas. Por fin encuentro tres seguidas en blanco. Supongo que serán suficientes. Me despierto y soy una chica, estoy anotando algo en la libreta del sueño anterior. Estoy sentada en un árbol, sobre una montaña, contemplando la luna. Me despierto y sigo soñando.

        Me despierto y he dormido bastante. Me levanto, estoy en la cama de Esplugues. Cruzo la habitación que está medio a oscuras y me dirijo hacia la puerta de la calle con el propósito de salir al exterior. Aparece mi madre y me impide salir por la puerta. Doblo a la derecha, estoy en el comedor. Doblo a la izquierda y recorro el pasillo que va a parar al lavabo. Doblo a la derecha y abro la cocina. Mi madre me sigue. Voy al mueble e intento coger una jarra para beber agua, es una estrategia para despistar a mi madre. Cojo una un poco mas pequeña que la que había cogido en un principio. La lleno de agua y me la bebo. Repito la operación varias veces. Me dirijo hacia el balcón de la cocina y mi madre me lo impide. Doy media vuelta y digo que tengo que ir al lavabo a orinar tanta agua como he bebido. Vuelvo por el pasillo y mi madre me sigue, al final del pasillo doy media vuelta y mi madre se queda. En lugar de ir al lavabo voy a la cocina (la puerta de al lado) y me encuentro a mi madre dentro, fregando platos. Yo digo que eso no es posible, que hace un momento la he visto en el pasillo, que no puede estar en la cocina, que "han hecho trampas" y paso de mi madre. Abro la puerta del balcón miro fuera. Hay unas cuerdas de tender pero no les doy importancia. Mi madre me impide, pero poco, el que salga. Yo salgo y salto por encima de la barandilla como el que se hecha a una piscina. Me enredo un pie con las cuerdas de tender, pero poco. Mi madre viene asustada a cogerme. Me desenredo fácilmente y ya estoy flotando en el vacío, pero de una forma curiosa, casi en posición vertical. El suelo de la calle, antes un segundo piso, ahora está a metro y medio de mi. Yo no he bajado, ha subido el suelo. Los chicos de la plazoleta, bajo mi, me aplauden, mi madre se tranquiliza y pierde protagonismo. Yo intento ganar altura y apenas lo consigo. Bajo mi Pablo Casa Tejada, un antiguo amigo mío, y otros chicos saltan para intentar agarrarme. Yo quiero ganar altura pero no lo consigo. Me dirijo en dirección a la montaña. Cruzo la plazoleta, casi me agarran. Cruzo la calle. Pablo Casa Tejada se sube a un coche y desde ahí salta. Casi me alcanza. Sigo avanzando pero según avanzo la calle es cuesta arriba y yo no subo, convergemos la calle y yo. Entonces pienso que si me voy cuesta abajo, ganaría altura pues la calle bajaría y yo al menos mantendría la altura ganada. Lo hago, me voy cuesta abajo, pero cuando empiezo a ganar altura, bajo de repente, Pablo se ha enganchado a mí como dándome un abrazo. Luego me doy cuenta de que no es el único, otro chaval también se ha enganchado, mitad a Pablo, mitad a mí. Intento desprenderme de ellos, pero no puedo. Se han pegado como lapas. Me meto con el otro chaval, les digo que se desprendan, no me hacen caso. Veo la boca del metro que viene hacia mi. Es una abertura vertical, como las salidas del tren en la montaña. Digo, esta es mi oportunidad. Colisiono a posta con la pared del túnel para ver si se desprenden. Se desprende el chaval. Intento desprender a Pablo y le pregunto porqué quiere estar adherido a mí. Me dice que en ningún sitio estaría mas caliente. Me doy cuenta de que pablo es negro. Supongo que este contraste, Pablo es blanco en la vida real, hizo que me despertara.  

        Habíamos clonado a mi padre, no se como lo habíamos hecho pero habíamos clonado a mi padre. Pero era solo el continente no el contenido. Era su misma imagen pero tenía la mente en blanco y teníamos que llenarlo de conocimientos que lo acercaran al que fue mi padre. Pensé que dándole los libros que solía leer mi padre pronto pensaría como él. También pensé que para que aprendiera rápido a expresarse lo mejor era sentarlo delante del televisor, pero controlando en cierta medida lo que viese: nada para mayores de 18 años, no sexo, no violencia. Entonces me di cuenta de que estábamos en el comedor de Esplugues y parecía el momento adecuado para decirle la verdad. Así que me acerque a él, le di un fuerte abrazo y le conté que había un original del cual habíamos hecho una copia y que el original se había roto así que él ahora era el original. Él se puso muy triste e incluso llegó a llorar al darse cuenta que era una clonación de otro ser. Yo le dije que no llorase, que los hombres no lloran y el era un hombre. Lo comprendió, pero seguía triste. Entre mi hermana y yo teníamos que ir contándole las cosas muy despacio para que las pudiera asimilar. El tenía un cerebro perfecto del hombre maduro que había sido mi padre, sin embargo ese vacío de conocimientos le hacía comportarse casi como un niño. Tanto mi hermana como yo le decíamos que siempre le íbamos a querer, que no se preocupase, que él era ahora el original.