Torrijas, un postre clásico
A lo largo y ancho de toda la geografía española puede encontrarse este postre carismático, ligado a la tradición de la Semana Santa, aunque en algunos lugares también son típicas de Carnaval. Las torrijas, aunque son un postre, podrían considerarse, de hecho, un plato sencillo pero absolutamente delicioso, que hace bueno el dicho de que “pocas cosas y poco gasto hacen los mejores platos”.
 
En sí mismas, las torrijas no son más que una de las múltiples maneras de aprovechar el pan sobrante. Al igual que éste, suele utilizarse en primeros platos como las sopas de ajo o el gazpacho, también encuentra cabida en el apartado de los postres.
 
A pesar de ser una receta alta en calorías, también incluye grandes cantidades de calcio y su contenido en fibra resulta útil para mantener a raya el colesterol.
 
El ingrediente básico es pan del día anterior cortado en rodajas de un centímetro de grosor, más o menos, que se colocan en una fuente. En un cazo se calienta leche con azúcar bien diluída y canela en rama, aunque hay quien prefiere sustituir ésta por media vaina de vainilla y se remueve de vez en cuando, evitando que hierva. A continuación, se vierte sobre el pan, dejando que las tajadas se empapen bien durante una o dos horas.
 
Posteriormente se escurren, se rebozan en huevo batido y se fríen en aceite bien caliente hasta conseguir que queden doradas por ambos lados, sin que se rompan. Una vez fritas, se ponen sobre papel absorbente para que escurran el aceite sobrante y finalmente se rebozan en un plato con azúcar y sirven en una fuente.
 
Si se quiere conseguir un sabor más delicado, puede añadirse  una pizca de canela en polvo en el momento de rebozar. Otra opción es añadir al azúcar unas gotas de anís y acompañarlas de frutos rojos. También pueden mezclarse el azúcar y la canela con vino blanco.
 
Con crema y caramelizadas
Si se quiere sorprender con una modalidad de torrijas mucho más elaboradas se pueden preparar, en primer lugar, unas sencillas de leche. Una vez fritas, se preparará por otro lado, una crema con varias yemas de huevo, azúcar y leche, batiéndolo todo en frío y cuajándolo a fuego suave.
 
Por otra parte, se baten las claras de esos huevos a punto de nieve, con un poco de azúcar glas vainillado. Se cubren las torrijas con un poco de la crema y se adornan con el merengue, metiéndolas al horno hasta que cojan un suave tono dorado.
 
Son incontables las variantes que pueden encontrarse de esta receta. Se puede hervir la leche con una rama de canela y un poco de azúcar, dejando que se enfríe por completo y añadirle un par de huevos batidos.
 
Las rebanadas se impregnarán en esta mezcla fría y una vez escurridas, se dorarán en una sartén en la que previamente se ha derretido mantequilla con un poco de azúcar para que, además de dorarse, las torrijas se caramelicen.
 
Un truco para rebajar el fuerte sabor del aceite de oliva es freír en él, previo a las rebanadas, la cáscara de un limón, de esta forma el sabor se suavizará. Otras opciones incluyen esta corteza de limón, tanto a la hora de cocer la leche con la que luego se empaparán las rebanadas como a la hora de calentar el aceite, retirándola de la sartén cuando esté dorada.
 
De vino y miel
Dejando aparte la receta “clásica”, existen otras que sustituyen la leche por el vino tinto. Las rodajas de pan se pasan por el vino, procurando que no se impregnen demasiado en el líquido ya que se pondrían demasiado blandas y agrias.
 
Por otra parte, se baten varios huevos con ralladura de naranja. Cuando las rodajas de pan estén bien empapadas en vino, se pasan por harina y se rebozan en huevo batido. Se fríen en aceite muy caliente y se dejan escurrir el aceite, rociando después con azúcar y canela en polvo.
 
A la hora de servirlas, pueden ir acompañadas de  una mermelada de grosellas o fresa o si se prefiere pueden añadirse piñones o almendras tostadas y troceadas. Otra variante consiste, tras freírlas, en empaparlas bien con la ayuda de una espumadera metálica en miel caliente rebajada a partes iguales con agua, para posteriormente dejarlas enfriar.
 
Hay recetas que sustituyen el vino tinto por vino dulce, empapando las tajadas en el licor, friéndolas y pasándolas por huevo batido después para, a continuación, volver a freírlas hasta que se dore el huevo y las rebanadas adquieran una cierta “costra”. Posteriormente se pasan por un almíbar hecho a base de disolver miel en un poco de agua a fuego lento y se decoran con anises o canela.