En sí mismas, las torrijas no son más que una de las múltiples
maneras de aprovechar el pan sobrante. Al igual que éste, suele
utilizarse en primeros platos como las sopas de ajo o el
gazpacho, también encuentra cabida en el apartado de los
postres.
A pesar de ser una receta alta en calorías, también incluye
grandes cantidades de calcio y su contenido en fibra resulta útil
para mantener a raya el colesterol.
El ingrediente básico es pan del día anterior cortado en
rodajas de un centímetro de grosor, más o menos, que se
colocan en una fuente. En un cazo se calienta leche con azúcar
bien diluída y canela en rama, aunque hay quien prefiere
sustituir ésta por media vaina de vainilla y se remueve de vez
en cuando, evitando que hierva. A continuación, se vierte sobre
el pan, dejando que las tajadas se empapen bien durante una o
dos horas.
Posteriormente se escurren, se rebozan en huevo batido y se fríen
en aceite bien caliente hasta conseguir que queden doradas por
ambos lados, sin que se rompan. Una vez fritas, se ponen sobre
papel absorbente para que escurran el aceite sobrante y
finalmente se rebozan en un plato con azúcar y sirven en una
fuente.
Si se quiere conseguir un sabor más delicado, puede añadirse
una pizca de canela en polvo en el momento de rebozar. Otra opción
es añadir al azúcar unas gotas de anís y acompañarlas de
frutos rojos. También pueden mezclarse el azúcar y la canela
con vino blanco.
Con crema y caramelizadas
Si se quiere sorprender con una modalidad de torrijas mucho más
elaboradas se pueden preparar, en primer lugar, unas sencillas
de leche. Una vez fritas, se preparará por otro lado, una crema
con varias yemas de huevo, azúcar y leche, batiéndolo todo en
frío y cuajándolo a fuego suave.
Por otra parte, se baten las claras de esos huevos a punto de
nieve, con un poco de azúcar glas vainillado. Se cubren las
torrijas con un poco de la crema y se adornan con el merengue,
metiéndolas al horno hasta que cojan un suave tono dorado.
Son incontables las variantes que pueden encontrarse de esta
receta. Se puede hervir la leche con una rama de canela y un
poco de azúcar, dejando que se enfríe por completo y añadirle
un par de huevos batidos.
Las rebanadas se impregnarán en esta mezcla fría y una vez
escurridas, se dorarán en una sartén en la que previamente se
ha derretido mantequilla con un poco de azúcar para que, además
de dorarse, las torrijas se caramelicen.
Un truco para rebajar el fuerte sabor del aceite de oliva es freír
en él, previo a las rebanadas, la cáscara de un limón, de
esta forma el sabor se suavizará. Otras opciones incluyen esta
corteza de limón, tanto a la hora de cocer la leche con la que
luego se empaparán las rebanadas como a la hora de calentar el
aceite, retirándola de la sartén cuando esté dorada.
De vino y miel
Dejando aparte la receta “clásica”, existen otras que
sustituyen la leche por el vino tinto. Las rodajas de pan se
pasan por el vino, procurando que no se impregnen demasiado en
el líquido ya que se pondrían demasiado blandas y agrias.
Por otra parte, se baten varios huevos con ralladura de naranja.
Cuando las rodajas de pan estén bien empapadas en vino, se
pasan por harina y se rebozan en huevo batido. Se fríen en
aceite muy caliente y se dejan escurrir el aceite, rociando
después con azúcar y canela en polvo.
A la hora de servirlas, pueden ir acompañadas de una
mermelada de grosellas o fresa o si se prefiere pueden añadirse
piñones o almendras tostadas y troceadas. Otra variante
consiste, tras freírlas, en empaparlas bien con la ayuda de una
espumadera metálica en miel caliente rebajada a partes iguales
con agua, para posteriormente dejarlas enfriar.
Hay recetas que sustituyen el vino tinto por vino dulce,
empapando las tajadas en el licor, friéndolas y pasándolas por
huevo batido después para, a continuación, volver a freírlas
hasta que se dore el huevo y las rebanadas adquieran una cierta
“costra”. Posteriormente se pasan por un almíbar hecho a
base de disolver miel en un poco de agua a fuego lento y se
decoran con anises o canela.
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